RETRATO DE UN ACTOR

Una de las cosas que más me gusta de mi trabajo es la oportunidad que me da de conocer gente a la que nunca me hubiera podido topar de otra forma.

Una de las mejores experiencias que he tenido fue en noviembre del año pasado cuando viajé a Nueva York para cubrir el junket de la película Hugo (La invención de Hugo Cabret). La cinta me encantó, además de ser un fan del trabajo de Martin Scorsese, hace mucho que no veía un filme con esa magia. Scorsese había tomado un riesgo enorme a sus más de 70 años con Hugo. Dejó a un lado el cine violento y torturado, en donde es el maestro, para adentrarse en una historia con tintes infantiles y, por si fuera poco, entró al terreno del molestísimo (por lo menos para mí) 3D, pero con el detalle de que guardó un as bajo la manga. El resultado fue la mejor película que he visto en su género. Scorsese no sólo salió avante en su experimento doble, sino que hizo algo difícil de lograr en el cine: hacer una película disfrutable tanto para niños como para adultos con un 3D bien aprovechado.

Buena parte de esa magia estriba en la historia extraída del libro de Brian Selznick, en donde rescata al cineasta francés de principios del siglo XX George Mélies, una de las figuras más importantes en la historia del cine mundial. Para un papel de esta envergadura, Scorsese requirió al mejor actor disponible: Sir Ben Kingsley.

Dos personajes distinguidos del cine en uno solo: Sir Ben Kingsley interpretando a George Mélies.

Originalmente, el junket consistía únicamente en la función de prensa y conferencias con los actores de la película (Kingsley, Asa Butterfield, Chloë Grace Moretz y Emily Mortimer), con los escritores (Selznick y John Logan, quien adaptó el libro) y el productor Graham King, pero una hora antes de las conferencias, mientras estaba en mi cuarto de hotel por pura casualidad, sonó el teléfono. Querían saber si estaba interesado en una entrevista con Sir Ben Kingsley. Aunque no tenía nada preparado dije que sí, tomé mi grabadora y fui corriendo al hotel Ritz Carlton, que estaba cruzando la calle. En ese trayecto de tres o cuatro minutos pasaron muchas cosas por mi cabeza. ¿Qué demonios le iba a preguntar a una figura como esa que había ganado al Oscar por Gandhi y había recibido nominado en otras tres ocasiones? En mi muy particular punto de vista, es uno de los 10 mejores actores que hay en la actualidad y, por si fuera poco, un Sir de la Orden del Imperio Británico. ¿Cómo sería este hombre en realidad?

Llegué e inmediatamente me metieron a su habitación. Al parecer otro periodista no se había presentado y por eso me habían dado la entrevista. Sir Ben estaba en el cuarto con una persona de la distribuidora de cine. Se veía sumamente tranquilo. Al verme se presentó él solo, como si no supiera quien era. Al presentarme me preguntó de qué medio y de dónde venía, y me ofreció algo de tomar. Le acepté un vaso con agua, pero en lo que me instalaba, él ya estaba en la mesa sirviéndome. Tomamos asiento y la plática comenzó.

Sir Ben, ¿cómo aterrizó en este proyecto? Trabajé con Marty (así le dicen a Martin Scorsese sus allegados) en Shutter Island (La isla siniestra), al acabar sabía que estaba preparando algo muy especial, no conocía el libro de Hugo ni sabía qué tipo de proyecto era. Unos días después, Marty me llamó por teléfono y me dijo que quería que interpretara a George Mélies en su nueva película, fue así de simple, solamente me llamó.

¿Fue diferente trabajar con Scorsese en una película como Shutter Island y después en otra como Hugo? Fue exactamente igual. Lo importante de Marty es que escoge muy bien a los actores que van a salir en sus películas, ofrece los papeles a los actores por las razones correctas y en el momento indicado, así que después de aparecer en una película como Shutter Island no tienes que convencer a Marty para hacer un papel en Hugo, sólo tienes que hacer tu trabajo. Desafortunadamente, con algunos directores, el actor o la actriz siempre siente que está audicionando, pero con Marty sabes desde el primer día en el set por la manera en que te habla y en que te trata, que eres al que quiere, no fue decisión de un estudio, tampoco de un agente ni de un inversionista, es Marty el que dice “lo quiero a él”, eso te hace sentir tan libre, así que puedes ofrecerle una actuación en la que no le pides de rodillas que le guste lo que estás haciendo, sino que dices: “este es mi personaje”. Marty tiene un conocimiento muy profundo de dos cosas: el entendimiento del personaje y las habilidades del actor, con esa combinación sabe exactamente cuánto va a tomar hacer una escena, en dónde poner la cámara, cómo iluminar una cara exactamente, en qué momento pasar de una toma con dos personajes a una con uno solo, o a una toma abierta, a una cerrada, es sólo narrativa, contar la historia, pero es muy preciso, sobre todo en tomar lo que le ofreces como actor, nada se desperdicia, mira todo lo que le ofreces a la cámara y sabe cuando es el momento perfecto del personaje para acercarse más, es grandioso.

Scorsese y Kingsley trabajando juntos. Un agasajo que ha culminado en dos películas.

Ahora hábleme de su personaje, ¿cuál fue el primer paso para interpretar a George Mélies? Fue entender su pérdida. Gracias a Marty pude ver muchos de los filmes de Mélies, ser testigo de su energía como acróbata, bailarín, mago, luchador, director, diseñador de set, escritor, camarógrafo, editor, todo. Vi que fue el rey de un reino glorioso. Su palacio, su castillo, su mundo era su estudio, se pasaba seis horas por noche trabajando, no pude ver todos esos filmes pero en el proceso de esta película tuve la oportunidad de recrearlas y ser ese George muy energético. La grandeza de su poder lo llevó a convertirse en el rey del cine francés. Tuve que poner mucha atención en lo terriblemente profundo que fue para él perderlo todo. Mi lenguaje corporal interpretándolo como el realizador es muy diferente a mi lenguaje corporal del rey en exilio que era, eso fue para mí un arco increíble que tuve la oportunidad de explorar y de ofrecerle a Asa Butterfield (Hugo Cabret en la cinta) un hombre que necesitaba ser rescatado, si Asa no se hubiera dado cuenta de que este hombre se estaba muriendo, no hubiera podido creer que pudiera ayudarlo, y lo hizo, pero a Asa le tienes que dar la verdad porque es un niño, se la tienes que dar a los niños y a los actores jóvenes porque es en la verdad en lo que ellos se respaldan, así que no sólo tenía que ofrecerle a Marty y al público al George derrotado, sino a Asa, para que en su corazón dijera que podía ayudar a este hombre a enmendar su vida. Si con mi personaje puedo ayudar a Asa a verse bien, al lograrlo, él va hacer que el mío se vea bien, es como un juego de tenis.

El palacio de George Mélies: su propio estudio de grabación.

¿Encontró algo en común con Mélies más allá de la profesión? Los dos amamos el cine y creo que también soy un mago, pero mi magia es con palabras y gestos. Es muy extraño lo que hacemos los actores, creamos algo que no está ahí, te dan palabras impresas, pero eso no es nada, eso es un tipo de magia. Los dos amamos este negocio y creo que en nuestros corazones los dos contamos historias, él inventó la narrativa cinematográfica. Antes de él, el cine era El perro persiguiéndose la cola, o El tren llegando a la estación, La gente dejando la fábrica, no había narrativa, no te contaba una historia, pero entonces vino George a contar historias maravillosas, fue un narrador de historias, igual que yo.

El viaje a la luna, una de las historias de quien podría ser el visionario más grande en la historia del cine: George Mélies.

¿Cómo define a un buen actor? Hay muchas definiciones, todas son interdependientes, pero si tuviera que escoger una cualidad de todas que afecten a las demás esa es que te tienes que permitir ser vulnerable.

¿Quiénes fueron sus modelos a seguir como actor? Meryl Streep, Dustin Hoffman, Anthony Hopkins, Tilda Swinton, Daniel Day-Lewis, Spencer Tracey , Katherine Hepburn, todos tenían mentes muy rápidas.

¿Sabrá Daniel Day-Lewis que es uno de los actores que inspiran a Sir Ben?

¿Qué hay de buenos directores? Lo voy a poner en lenguaje cinematográfico y va a sonar muy simple, pero es muy difícil. Un buen director es el que pone la cámara en el lugar exacto, eso es muy difícil de hacer.

En base a esa definición, ¿quién es un buen director, además de Scorsese? Ese es precisamente uno de los triunfos más grandes de Steven Spielberg, al estar en el set con él siempre sabes que la cámara estará en el lugar exacto para contar una historia interesante. Un rol muy difícil y demandante para mí fue interpretar 50 años en la vida del hombre más inteligente del mundo y Richard Attenborough puso siempre la cámara en el lugar indicado, a veces era muy importante para la narrativa ver a la diminuta figura de Mahatma Gandhi rodeado de miles de personas, también fueron muy importantes los close ups a mi cabeza, y siempre escogió los momentos precisos para hacerlo, si te fijas, toma tras toma la cámara está en el lugar correcto, me temo que no siempre pasa, pero cuando sucede es maravilloso.

Precisamente ganó un Oscar por ese papel, ¿la considera la mejor actuación de su carrera? No, pero no se lo digas a Richard (risas). Creo que he crecido y me he desarrollado, fue mi primer película y estoy muy orgulloso de esa actuación, adoro el personaje y el mensaje amoroso de la película es magnífico, no me corresponde decirlo, otros dicen que en Sexy Beast di mi mejor actuación (risas), otros dirán que es otro personaje.

Gandhi. ¿La mejor actuación en la carrera de Kingsley?

Supongamos que van a hacer una película de su vida, ¿quién le gustaría que fuera el actor que lo interpretara? El actor no puedes ser usted. Si me permites distorsionar un poco la respuesta, acabo de ver un documental hermoso de un amigo mío acerca de la vida de Richard Burton, lo que usó para contar su historia fueron pequeñas escenas de sus películas pasadas lentamente, es como un mosaico: hay un poco de Richard aquí, otro poco de Richard allá, fue muy inteligente. Así que quiero que uno de mis hijos edite el documental con partes de mis películas -¡Dios!, eso es muy triste (risas)-, porque así verás mi viaje, porque estoy en todo lo que hago, ya sea en Gandhi o en Sexy Beast, ahí estoy yo.

¿Qué tipo de personajes disfruta más? ¡Guau! Terminé una comedia con Sasha Baron Cohen (The Dictator) y me di cuenta que quiero hacer más comedia, todo es cuestión de “timing”, técnica, valor, confianza en el material, no apanicarse, necesitas muchas habilidades. Definitivamente quiero hacer más comedia.

«Definitivamente quiero hacer más comedia».

Usted es un actor de teatro, ¿lo prefiere a las películas? No, me gusta más hacer cine, hice 15 años de teatro y he estado en 17 obras de Shakespeare, pero me encanta la disciplina de la cámara, me obliga a ser honesto, veraz y no me deja actuar. El teatro es eso, actuar y actuar, la cámara lo odia, lo que quiere ver es el comportamiento de George, de Gandhi, no quiere ver cómo actúo yo, los quiere ver a ellos y adoro eso. Es como el libro de pinturas que está sobre el escritorio de este artista neoyorquino maravilloso, pinta calles, parques, lagos, canales, botes, paisajes, da un paso hacia atrás para pintar vistas panorámicas, antes yo hubiera sido ese tipo de pintor, pero ahora cambié de ser un pintor de ese estilo a ser uno de retratos, sólo la cara de un hombre maravilloso en lugar de un lago, una calle, un parque, eso es el teatro, tienes que llevar todo al escenario, pero ahora hago el retrato detallado de un hombre. Es la misma habilidad, pero usada diferente. También produzco películas, amo el cine.

¿Y qué sigue? Creo que voy a filmar A Doll’s House, y es exactamente lo que sigue porque en 20 minutos tengo que hablarle a mi agente para ver si la hago o no (risas).

Al acabar la entrevista y apagar mi grabadora, Sir Ben se fue de inmediato al escritorio y me pidió que lo acompañara. Ahí estaba el libro del pintor neoyorquino del que me hablaba. Lo empezó a hojear para que yo viera a lo que me refería.

“¿Ves? Son puros paisajes, todos son hermosos, si fuera pintor eso es lo que hubiera hecho al principio de mi carrera, ahora son retratos de personas”.

Sir Ben tenía una sonrisa de orgullo, pero también de un hombre humilde que le entrega su talento a los demás. Es difícil conocer a una persona en sólo 20 minutos, pero si tuviera que describir la personalidad de este actorazo por medio de alguno de sus personajes escogería al de David Kepesh en The Elegy (La elegida), donde alterna al lado de Penélope Cruz. Es un tipo culto, encantador, sumamente amable, con mucho sentido del humor, pero a la vez vulnerable.

Con Penélope Cruz en The Elegy, en su papel más Ben Kingsley.

Una hora después fueron las conferencias de prensa. En la que participó él me di cuenta de que era todavía más sencillo de lo que mostró en la entrevista al cederle el micrófono a los demás actores y al incluirlos en las respuestas a preguntas que solamente le habían hecho a él.

Desgraciadamente, mi entrevista con Sir Ben Kingsley nunca se publicó. No puedo culpar a los editores por eso, pues al no haber sido pactada desde antes del viaje no dio tiempo de calcular un espacio especial y sólo contaban con el que le iban a destinar a Hugo. Ahora, aunque sólo una persona lea este post, me saco la espina y me doy por bien servido. Espero que la entrevista les haya gustado.

LA REENCARNACIÓN DE UNA DIVA

Retratar a un personaje en cine del que hay muchas referencias visuales siempre es un volado, sobre todo, para el actor que lo interpreta. El reto crece si se trata de un ícono de la cultura pop. Muestras sobran: Val Kilmer como Jim Morrison en The Doors (Oliver Stone) y Michael Pitt, como un Kurt Cobain bajo el nombre de Blake en Last days (Gus Van Sant), son dos de los intentos más exitosos que he visto desde que soy fan del cine, pero hay que reconocer que pocos salen bien librados de esta prueba.
No es fácil hacerle creer a alguien que está sentado en una butaca que el actor que está caracterizado es esa leyenda de quien habla la película. Es por esa razón que han fracasado tantos intentos de llevar al cine la vida de otras figuras emblemáticas, como Elvis Presley.
Ahora, Simon Curtis, un director inglés que después de una vasta carrera en televisión, se anima a dar el salto a la pantalla grande con un proyecto sumamente ambicioso: Mi semana con Marilyn (My week with Marilyn), la versión de Colin Clark, tercer asistente de Sir Laurence Olivier, acerca de la semana en que Marilyn Monroe participó en la filmación de la película The Prince and the Showgirl (El Príncipe y la corista, me parece que le llamaron en México).
En Mi semana con Marilyn, Colin, un chico inglés proveniente de una familia millonaria que vive a las afueras de Londres, decide dejar las comodidades que le ofrece la posición acomodada de sus padres para intentar hacer carrera en el cine. Así, aterriza en las oficinas de Sir Laurence para la filmación de la cinta que promete ser un éxito pues sus estrellas serán Marilyn Monroe y el mismo Olivier. Lo que parece ser el proyecto del siglo se va despedazando poco a poco por las inseguridades y los demonios de Marilyn, quien además, ve su matrimonio con el escritor Arthur Miller tocar fondo y a su maestra de actuación discutir constantemente con el director de la cinta, quien pone en entredicho la capacidad histriónica de Monroe. Ante el caos en el set, Colin se convierte sin proponérselo en el confidente de Marilyn, el blanco de los chismes de la producción y la última esperanza de Olivier para sacar adelante lo que parece ser un proyecto encaminado a un precipicio. Es así como el joven aspirante a cineasta es testigo del lado oscuro de Monroe, pero también del más brillante.

Michelle Williams y Eddie Redmayne. La química perfecta.

El trabajo de ambientación es espectacular. Desde los vestuarios de la producción de El príncipe y la corista hasta los detalles fuera del set son determinantes para transportar a la audiencia a la década de los 50.
Curtis pasa la prueba sobresalientemente contando una historia que deja ver a una Monroe frágil, solitaria y torturada pero con un carisma y una personalidad que la llevó a ser una de las máximas divas en la historia del cine. Por otro lado, el manejo de las subtramas hace que la cinta no decaiga en ningún momento, como la motivación de Sir Laurence Olivier para traer a Marilyn a su producción y la forma en que su matrimonio con Viven Leigh se desmorona. Parecería que el mayor pecado de Curtis es sugerir que Monroe era una mujer nacida para ser actriz, pero se trataba de una época en la que los actores de método (como lo era Marilyn) no eran bien vistos por muchos directores ni por los actores de teatro que trataban de hacerse un lugar en el cine (como era el caso de Olivier). Esta contraposición es básica en la trama y un buen justificante para la tesis de Curtis (que en realidad viene del libro del mismo Colin Clark sobre el que se basó la cinta).

El platillo principal son las actuaciones. Michelle Williams, en el papel de Marilyn era una incógnita que, a fin de cuentas, recibió una merecida nominación al Oscar y una entrada triunfal al selecto grupo de actores que han logrado interpretar iconos de la cultura pop sin morir en el intento. Si bien, no es una copia al carbón de Monroe, Williams ofrece una interpretación sumamente creíble en donde, por momentos, uno se olvida que está viendo a la actriz de Brokeback Mountain y Blue Valentine. Un papel que le exigía mucho y del que sale muy bien librada.

De Michelle a Marilyn. Prueba superada.

Quien se lleva los aplausos de pie es Kenneth Branagh (otro nominado al Oscar por esta cinta) en una interpretación exquisita de Sir Laurence Olivier; Judi Dench, como Dame Sibyl Thorndike, da otra muestra de su talento nato a pesar de tener pocas escenas en la cinta; Eddie Redmayne, como Colin, da vida al chico inglés soñador y bienintencionado con mucha credibilidad; tal vez, el único error en el casting sea Julia Ormond, a quien nadie le cree su papel de Vivien Leigh, a pesar de que sólo aparece un par de veces. Emma Watson tiene un papel muy pequeño como la novia de Clark, pero suficiente para irse sacudiendo de encima su papel de la saga de Harry Potter, algo que le urge para que su carrera siga ascendiendo.

Las probabilidades de que Mi semana con Marilyn te deje un buen sabor de boca son muy altas, pero está en pocos cines, así que tienes que verla esta semana.

¡Enjoy!

LAS 88 DE LOS 80


Hace algunos años me puse a recolectar las canciones que más me gustaban de los 80 en mi iPod. Salieron aproximadamente 130 temas. Al ver el número se me ocurrió recortarlo a 80, para hacer un playlist simbólico. Editar esa lista me tomó varios meses en los que aproveché prácticamente cada momento que tenía libre para dedicárselo. Ya que tenía la lista final, me di cuenta que faltaba algo: canciones en español. En un principio las omití porque en esa década escuchaba poca música en mi idioma, pero en los últimos años de la década vino el boom del rock en español en México proveniente principalmente de Argentina y España, y por supuesto, México también dio sus primeros guitarrazos. Por eso decidí ampliar mi lista a 88 canciones, 80 de ellas en inglés, ocho en español. sólo me puse una regla: escoger un tema por artista, a menos que ese artista hubiera colaborado con algún otro.
Aclaro: no son los 88 temas que más pegaron o los más representativos, simplemente los que más me gustan actualmente o mejores recuerdos me traen. Por eso, habrá canciones completamente desconocidas para algunos y otras que sustituyen a clásicos de abolengo.
¿Quieres hacer tu lista? Aquí la espero. ¿Son muchas 80 canciones? Hazla del número que quieras. Mientras, dejo este playlist de 88 himnos que aún escucho, como hace 30 años.

1. I ran – A Flock of Seagulls
2. Suburbia – Pet Shop Boys
3. Cars and girls – Prefab Sprout
4. Heartbreak beat – The Psychedelic Furs
5. One hit (to the body) – Rolling Stones
Muchos pensaban que este disco de los Stones, Dirty Work, sería su último. Estaban perdiendo aire, pero en realidad se trató de un disco incomprendido. Ahora lo escucho y, aunque no está dentro de sus mejores, es un material bastante decente. One hit (to the body) es un himno que nadie recuerda de ellos, pero que sigue teniendo el espíritu del grupo.

La inmortal guitarra de Keith Richards en otro gran momento de los Stones.

6. Time stand still – Rush
7. Dreams – Van Halen
8. Love song – The Cure
9. The one I love – R.E.M.
10. If you want my love – Cheap Trick
11.Only when you leave – Spandau Ballet
12. Who wears this shoes? – Elton John
Se me hace tan raro que esta canción no tenga el mismo crédito que otros clásicos ochenteros de Elton John, como I’m still standing.

Hubo una breve época en los 80 en que Elton John se olvidó de los lentes.

13. Alive and kicking – Simple Minds
14. Secret separation – The Fixx
15. That’s All – Genesis
16. Down under – Men at Work
17. Till dead do us apart – Madonna
La mejor Madonna es la que se atreve a hablar de sí misma en sus discos, y en Like a prayer lo hizo por primera vez sin rodeos. Tenía mucho que decir acerca de la relación con su padre y de su tortuoso matrimonio (recién terminado en ese entonces) con Sean Penn. Los «fans» de Madonna ni siquiera saben que existe esta canción.

Nada como Madonna lidiando con sus demonios.

18. Little lies – Fleetwood Mac
19. This is the time – Billy Joel
20. More than this – Roxy Music
21. Africa – Toto
22. Someday – Glass Tiger
23. Great Southern Land – Icehouse
24. With or without you – U2
25. Back on the chain gang – The Pretenders
26. Take me home tonight/Be my baby – Eddie Money
27. Wild wild life – Talking Heads
28. Fallen angel – Alphaville
Forever young y Big in Japan inmortalizaron a esta banda alemana, pero ese mismo disco estaba lleno de canciones memorables. Esta es la que más me gustaba.

Un sólo disco le bastó a Alphaville para asegurar su lugar en los 80.

29. Save a Prayer – Duran Duran (versión en vivo del disco Arena)
30. Under pressure – David Bowie & Queen
31.Wasted years – Iron Maiden
32. Stages – ZZ top
33. Shock the monkey – Peter Gabriel
34. Since you’re gone – The Cars
35. Into temptation – Crowded House
36. Lovers in a dangerous time – Bruce Cockburn
Leyenda en Canadá, apenas conocido en el resto del mundo, pero esta canción, muy Rock 101, me trae tan buenos recuerdos. Años después, Barenaked Ladies le hizo un gran cover, pero esta era la version original. Una joya.

El apellido de este hombre lo dice todo.

37. (I juts) Died in your arms – Cutting Crew
38. Photograph – Def Leppard
39. Johnny B – The Hooters
40. Owner of a lonely heart – Yes
41. Blue Jean – David Bowie
42. Heat of the night – Bryan Adams
Fue mi ídolo en esa década gracias a Reckless. La decisión por ver qué canción de él iría en la lista fue difícil, finalmente me decidí por esta, que venía en su siguiente disco, que pasó sin pena ni gloria, pero que me recuerda tanto la etapa cuando empecé a hacerme un fan de la música, y esta canción no la podía dejar de oír por esos días.

Somebody, Run to you, Heaven, It’s only love… la lista para escoger era larga.

43. I would die 4 U – Prince
44. Here I go again – Whitesnake
45. Girl can’t help it – Journey (versión en vivo de la caja Time 3).
46. The finer things – Steve Winwood
47. Hyperactive – Robert Palmer
48. The way it is – Bruce Hornsby & Range
49. The boy in the bubble – Paul Simon
50. Original Sin – INXS
51. Luka – Suzanne Vega
52. Woman in chains – Tears for Fears
53. This could be the night – Loverboy
54. Boys of summer – Don Henley
55. What about love – ‘Till Tuesday
56. So far away – Dire Straits
57. I’m going down – Bruce Springsteen
58. Dreamtime – Darryl Hall
59. Welcome to the Boomtown – David & David
60. Heat of the moment – Asia
61. If this is it – Huey Lewis and the News
62. Par avion – Mike and the Mechanics
All I need is a miracle parecía la elección obvia, pero Par avion tiene un ambiente único, una sensibilidad que contrastaba con el rock pop que hacía la banda de Mike Rutherford y que acabó por reservarle un lugar en esta lista.

Para todos los que decían que Mike Rutherford abusaba de la fama de Phil Collins y Peter Gabriel, en este proyecto dejó que los demás abusaran de su fama.

63. Shadows of the night – Pat Benatar
64. The best of times – Styx
65. Under the milky way – The Church
66. Eyes without a face – Billy Idol
67. Kyrie – Mr. Mister
68. Shot in the dark – Ozzy Osbourne
69. Don’t answer me – Alan Parsons Project
70. You shook me all night long – AC/DC
71. Running in the family – Level 42
72. Dominoes – Robbie Nevil
Este cantante prometía mucho más. Ya no supe qué pasó con él después de este disco.

La greña de Robbie Nevil, otro clásico de los 80 que afortunadamente duró poco.

73. Midnight blue – Lou Gramm
74. Stay the nigh – Benjamin Orr
75. I won’t back down – Tom Petty
76. Hunting high and low – A-ha
77. True colors – Cindy Lauper
78. When tomorrow comes – Eurythmics
79. Every breath you take – The Police
80. There is a light that never goes out – The Smiths
81. Lucha de gigantes – Nacha Pop
82. En algún lugar – Duncan Dhu
83. El cielo en la Tierra – La Unión
Tema desconocido para casi todos, pero no por eso una mala canción. La Unión en su máxima expresión.

Rafa Sánchez y La Unión fue mucho más que Lobo hombre en París.

84. A cara o cruz – Radio Futura
85. Cruz de navajas – Mecano
86. Venderse o morir – Cómplices
87. Persiana americana – Soda Stéreo
88. Viento – Caifanes

¿LA MEJOR PELÍCULA DE SUPERHÉROES?

Uno de los recuerdos más ñoños que tengo de mi infancia son las caricaturas de los Superamigos. De niño, ver juntos a Batman, Superman, Aquaman y cuanto superhéroe pudiera existir en El Salón de la Justicia era, por lo menos para mí, el punto máximo de la acción. No tardé mucho en darme cuenta de lo malas que eran las historias de estos dibujos animados, así que me vacuné contra toda reunión de superhéroes que viniera en el futuro. Pero de repente anunciaron que la película de The Avengers (Los Vengadores en español) se estaba filmando con un reparto multiestelar y un presupuesto casi ilimitado.

Aunque estos personajes sí tienen una historia juntos en los cómics de Marvel, el recuerdo de los ñoñísimos Superamigos y lo ambicioso del proyecto dispararon mi escepticismo a niveles sumamente altos. ¿Podría Joss Whedon -un director con más créditos en televisión que en cine, pero también un fan de hueso colorado de los cómics-, evitar que un proyecto de 220 millones de dólares (estimados) se convirtiera en el Waterworld del cine de superhéroes?

No todos los antecedentes en cine de The Avengers habían funcionado lo suficientemente bien como para creer que su éxito estaba asegurado: Iron Man fue una gran cinta y Robert Downey Jr. se convirtió inmediatamente en uno de los superhéroes consentidos de la pantalla grande (aunque la segunda parte quedó a deber); Capitán América no fue lo que se esperaba, pero sirvió para sentar las bases de lo que sería su participación en The Avengers; Thor presentó a Chris Hemsworth como el hombre perfecto para el papel del Dios del martillo, aunque la cinta tampoco llenó todas las expectativas que había sobre ella; y las versiones de Hulk con Eric Bana y Edward Norton simplemente no cuajaron.

Iron Man, el único superhéroe que había unificado criterios antes de The Avengers.

Finalmente, con la inexperiencia y con un proyecto aterradoramente grande en contra, pero con un presupuesto y un elenco que cualquier cinta de acción envidiaría a favor, Whedon no sólo evitó un desastre económico sino que hizo una de las mejores películas de este subgénero, si no es que la mejor.

Whedon no iba a tener mayores complicaciones con la trama. Ya habiendo varios elementos acomodados desde las películas anteriores de los miembros de The Avengers (que tienes que ver obligatoriamente si quieres entender la película), esta cinta resuelve algunos hoyos que habían abierto con toda intención sus antecesoras. La manzana de la discordia de este filme apareció por primera vez en Capitán América y se llama Tesserack. Se trata de una fuente de energía sumamente potente que puede abrir portales intergalácticos, la cual es robada por Loki (Tom Hiddleston), el hermano adoptivo de Thor. Para recuperarla, Nick Fury (Samuel L. Jackson), director de S.H.I.E.L.D., una agencia secreta de investigación militar, junta a un equipo de superhéroes.

Los principales aciertos de Whedon están en la forma de contar la historia. En primer lugar, hizo un balance perfecto entre los personajes principales. Capitán América (Chris Evans), Iron Man, Thor y Hulk (Mark Ruffalo) no se eclipsan en ningún momento, y el conflicto de cada uno lleva a un desarrollo más interesante de la trama. Por un lado está el de Thor, tratando de controlar a Loki en un duelo shakespereano (si es que se escribe así); por el otro, Tony Stark y Capitán América -los polos opuestos- se enfrascan en una discusión por el liderazgo del grupo donde chocan el ego contra el honor; finalmente está Bruce Banner y su lucha interna por controlar a Hulk, quien resulta ser un arma secreta de doble filo. Si a esto le sumamos las apariciones de Hawkeye (Jeremy Renner) y Black Widow (Scarlett Johansson), tenemos un coctel completo de personajes que no permitirá descanso alguno para quien ocupe la butaca.

Cero eclipses de héroes. ¿Así o más cañangas?

La película dura más de dos horas (143 minutos, para ser exacto), pero, sorprendentemente, no tiene altas y bajas, sino una línea ascendente que termina con el final de la cinta. El guión, escrito por el mismo Whedon, no tiene escenas de relleno. Cada una sirve para avanzar en la historia, creando así un ritmo ágil que nunca decae.

Otro acierto es que cada elemento trabaja para la historia, sobre todo los efectos especiales, que hay por toneladas, pero que al estar al servicio del guión no se exceden en ningún momento. De hecho, The Avengers tiene al Hulk más creíble de todas las versiones que se han hecho (el de César Costa incluido), desde su transformación hasta sus movimientos, algo que otros grandes directores, como Ang Lee, no habían podido hacer.

El Hulk de Ang Lee, listo para pasar al olvido.

Pocas cosas pueden echar a perder películas buenas como un sentido del humor mal aplicado. Aquí, Whedon lo administró magistralmente en lugares clave: a la mitad de una pelea, de una discusión, o bien, casi siempre que Tony Stark abre la boca. Son estos detalles lo que hace que The Avengers lo tenga prácticamente todo.

En cuanto a las actuaciones, ninguna es de Oscar pero tampoco es el punto flaco de la película, por el contrario, se convierte en el sazonador perfecto. Si bien, hay papeles que no exigen mucho en pantalla, como el de Hawkeye, Capitán América e, incluso, el de Thor, hay otros ya conocidos y muy bien ejecutados, como el Robert Downey Jr., Samuel L. Jackson, Scarlett Johansson y Mark Ruffalo. Era precisamente sobre Ruffalo que estaban todas las dudas, pero al final demostró ser el Bruce Banner perfecto. Eso sí, la gran revelación es Tom Hiddelston, que ya había dado muestras de ser el hombre perfecto para interpretar a Loki, pero ahora se gana a pulso su lugar en el Salón de la Fama de los antagonistas.

Tom Hiddleton da una cátedra con un personaje que muchos tenían olvidado, Loki.

En cuanto a las escenas de acción, hay dos que se convertirán en clásicos: una batalla en un portaviones que vuela (sí, leíste bien), y la que cierra la película. Hay que tomar en cuenta que en cada una Whedon tenía que seguir, por lo menos, a siete personajes en medio de un caos total. Hubiera sido muy fácil pasarse de la línea, pero en ningún momento hay confusiones ni tampoco excesos.

Con The Avengers, Josh Whedon hizo una verdadera proeza por donde se le quiera ver y puso la vara muy alta para las siguientes películas de superhéroes. La mesa está puesta para la segunda parte y para que entren otros Avengers a escena que se presentaron en esta película, como la agente Hill (Cobie Smulder).

Para concluir este comentario, diré que la principal aportación de Whedon y The Avengers es, sin lugar a dudas, que sacudieron de un solo golpe la ñoñez de cualquier reunión de superhéroes. Mil gracias por eso.

¿Tenía o no razón para dudar de las reuniones de superhéroes?




A 10 DÍAS DE THE WALL

Ya pasó semana y media desde el concierto de Roger Waters en la Ciudad de México y sigo impactado por el show que dio. Desde que INXS se presentó en el D.F. en 1990 he sido un cazador de conciertos y durante mucho tiempo pensé cómo se vería el espectáculo de The Wall en vivo, algo que parecía imposible por varias razones: en ese entonces, era raro ver que un artista viniera a tocar a México con su show completo; y por el otro, el odio con el que terminaron Roger Waters y David Gilmour el proyecto de Pink Floyd, pero me di cuenta que en 22 años puede pasar de todo.

¿A qué me refiero? Hoy, en un lapso de dos semanas puedes ver en vivo a Pulp, Paul McCartney, Patti Smith, James y, por supuesto, al mismo Waters en esta ciudad, algo que parecía imposible en 1990. México se ha convertido en una plaza más importante que muchas ciudades de Estados Unidos, como lo pude comprobar en Miami. Además, prácticamente todos los artistas vienen con su show completo. Y para redondear la idea de lo que el tiempo es capaz de hacer, Gilmour y Waters han vuelto a compartir el escenario, lástima que no fue en México.

Regresando al concierto, una de las cosas que distinguió a Pink Floyd a lo largo de su brillante carrera fue la forma en que conceptualizaban sus discos, desde el tema que escogían para desarrollar las cacniones hasta la manera en la que lo llevaban al escenario. Es por eso que esperaba tanto la gira de The Wall: porque era la máxima obra de Pink Floyd llevada a un escenario, la vida de un pequeño inglés, Pink, que pierde a su padre en la Primera Guerra Mundial y su mortificada relación con el mundo exterior hasta que se convierte en un adulto torturado, solo y con todo tipo de traumas y complejos que terminan por ser los ladrillos de un muro imaginario para aislarse del mundo.

A los integrantes de Pink Floyd, The Wall no debe de traerle los mejores recuerdos. La gira original fue tan costosa que terminaron perdiendo dinero, (Rick Wright fue el único que vio ganancias, pues se había separado del grupo y cobraba como músico asalariado). Además, las tensiones estaban a tal grado que ninguno de los tres miembros restantes se dirigía la palabra y Waters se hospedaba en un hotel aparte del resto de la banda. De todas formas, The Wall dejó una marca indeleble en una generación gracias a lo profundo, directo y brillante de las canciones que lo conformaron y a la película que hizo tiempo después Alan Parker. O por lo menos yo pensaba que The Wall había dejado huella en una generación, pero no fue así, porque más de la mitad de la gente que vi en el Foro Sol era menor que yo, y por bastante.

El chiste es que a pesar de las pérdidas de la primera versión de la gira de The Wall, Waters confió tanto en su obra que decidió montarla nuevamente en 1990 para festejar la caída del muro de Berlín. Obvio, no lo acompañaban Gilmour, Wright o Mason. Varios de los números fueron interpretados por otros grupos y cantantes populares de esa época, como Sinéad O’Connor, Cindy Lauper (sí, alguna vez fue popular), The Band y mi ídolo de la primaria y de la secundaria Bryan Adams, entre muchos otros. Posteriormente, en 2010, Roger Waters volvió a arriesgarse al hacer una gira con únicamente el material de The Wall. Se estima que la inversión para llevar este show por Estados Unidos, Europa y América Latina fue de 60 millones de dólares, pero ahora la historia fue muy diferente: tan sólo en sus presentaciones en Estados Unidos, Waters recaudó más de 80 millones, así que la apuesta por la nostalgia finalmente rindió fruto en billetes verdes. Tanto, que hubo más de 190 conciertos de la gira, de los cuales 15 fueron an América Latina y en un par de ocasiones pisó territorio mexicano.

La primera vez fue en el Palacio de los Deportes a finales de 2010, época en la que tenía menos dinero que Kevin Costner después de Water World, y con lo costoso de los boletos, me lo perdí. Quienes fueron me dijeron que fue impresionante escuchar todo el disco con un show tan teatral. Tuve que haber estado ahí, pero simplemente no pude. Se me empezaba a fabricar un trauma al estilo del personaje de The Wall cuando el año pasado salieron a la venta boletos para otra presentación de Waters, ahora el 28 de mayo, en el Foro Sol. Mi situación económica estaba un poco menos golpeada que antes, pero me movió más la promesa que me hice a mí mismo de ir al concierto si volvía a presentarse la oportunidad, algo que pensé que jamás pasaría.

Ahí estuve, justo frente al escenario (pero en la sección con asientos). Un lugar cuasi perfecto para ver un show de esta magnitud. Desde ahí ves absolutamente todo desde una perspectiva única: las pantallas laterales, el escenario, lo que va sucediendo fuera escenario y, además, puedes apreciar el sonido igual que si estuvieras en la parte de abajo.

No es necesario meterme en el detalle de las canciones que se tocaron esa noche. Tal cual viene el track list del disco es como Waters tocó los temas, agregando un intermedio al acabar el primer disco.

The Wall es una obra maestra por sí sola, pero a pesar de haber oído cada tema cientos, o en una de esas, miles de veces, es distinto escuchar en vivo canciones como Hey you, Confortably Numb, Goodbye Blue Sky, Young Lust o las tres partes de Another Brick in the Wall. Las atmósferas tan particulares que crean Waters y compañía en este disco adquieren otro nivel con la noche encima, la gente cantando y un espectáculo basado en la película de Parker en el escenario.

Desde el inicio, con In The Flesh, te das cuenta que Waters no va a escatimar en nada. El show comienza con pirotecnia, el muro a medio construir (que son pantallas donde se proyectan todo tipo de imágenes relacionadas con la obra), con un hueco en el centro donde se encuentran Waters y su banda. De ahí en adelante no hay canción que signifique un descanso. La misma intensidad de la música se vive en el escenario y en las gradas. Conforme transcurre el tiempo, se proyectan las animaciones de la película (cortesía del talento de Gerald Scarfe), logotipos de marcas comerciales con mensajes de protesta y un sin fin de símbolos que desfilan prácticamente en cada tema.

Pero The Wall no es solamente un espectáculo de proyecciones. En el escenario desfilan personajes claves que si bien, tienen participaciones cortas en la película, son sumamente importantes para que el muro se termine de construir, como el maestro de la escuela que torturaba a Pink cuando era niño y lo humillaba en el salón de clases, la madre sobreprotectora y, por supuesto, el juez que ordena derribar el muro.

Waters tuvo otro acierto: no concentrar todo en el escenario, también hizo un gran trabajo en el sonido con un sistema que rodeaba al auditorio (surround 6.1 oí decir a alguien, pero no me consta) desde lo alto para enfatizar los efectos, como el avión que se estrella, la risa de los alumnos en el salón de clases, gritos y golpes. En fin, la cereza en un pastel que ya de por sí estaba delicioso y tenía excelente pinta.

Al igual que en el concepto original, el muro se fue construyendo conforme pasaban las canciones hasta dejar sólo unos cuantos huecos, como la habitación amueblada desde donde Waters canta Nobody Home, pero la vista no sólo se concentra en el escenario, también en un avión de la Primera Guerra Mundial que se estrella contra el escenario (figurativamente, claro) y un jabalí gigante pintado con símbolos de las banderas de las principales potencias económicas y militares del mundo (¿así o más claro el mensaje?) que al final, unas cuantas canciones antes de concluir el concierto, se desinfla sobre un sector de la gente.

Finalmente, la figura de Waters siempre ha sido imponente para los fans de Pink Floyd, y ahora, a sus 68 años de edad, luce más que nunca sobre el escenario. Primero, con su inseparable bajo (absténganse de albures) y después de tocar Comfortably Numb, con el traje negro del dictador que termina siendo en su mente el protagonista de la historia, lanzando ráfagas de metralla sobre la gente (de salva, obviamente).

The Wall es uno de los cinco mejores conciertos que he visto en mi vida por varias razones. La principal, la emotividad de ver uno de mis 10 discos favoritos tocado entero sobre el escenario por su propio coneptualizador con un show que impactó igual a la gente en 1980 que 32 años después.

Waters vs. Pink Floyd

Sería una copia de un fancito de Metallica o de Justin Bieber si dijera que el concierto de The Wall fue perfecto. Tal vez a simple vista lo fue, pero hubo algo que todo fan de Pink Floyd extrañó: a David Gilmour, Richard Wright y Nick Mason. En mi caso, extrañé más a Gilmour, es uno de mis cinco guitarristas favoritos (en otro post hablaré de eso), y los encargados de las cuerdas en el concierto de Waters demostraron por que sólo Gilmour sabe tocar con ese «feeling» las líneas de las guitarras de Pink Floyd. El momento donde más se evidencia esto es en Run Like Hell, ese elegante himno de adrenalina y terror que Gilomour lleva a alturas que, por lo visto, nadie más puede hacerlo.

Fue en ese momento cuando surgió la inevitable pregunta entre quienes estuvimos también en la presentación de Pink Floyd (sin Waters) en el mismo escenario en 1994. ¿Qué concierto estuvo mejor: el de Roger Waters que recién acabamos de ver, o el de Pink Floyd con el Division Bell tour?

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En este blog pretendo darle a de regreso un poco a estas dos pasiones que además, me han dado de comer por más de 15 años. No se trata de un blog informativo (aunque habrá buenas dosis de información). Se trata más bien de uno anecdótico en el que hablo de las cosas como las veo, sin editores ni formatos a los cuales tener que adaptarme ni limitantes de páginas.

Espero lo disfruten como yo disfruto del rock y de los filmes.

Albertodre